Yo, cuando me aburro, me pongo a pensar (dentro de poco, en vez de eso me dedicaré a escribir). Y cuando yo me pongo a pensar, gracias a mi mente de niño, imaginativa cuanto menos, salen resultados imaginativos, aunque bastante coherentes.
El otro día se me ocurrió una idea bastante prometedora: ¿Y si todo el mundo tuviera los mismos gustos sobre los colores? A lo mejor el azul según yo lo veo, es igual que el verde según tú lo ves, querido lector, y por eso a mí me gusta el azul y a ti el verde como yo lo veo, pero tú a ese verde lo llamas azul. Porque a nosotros nos enseñaron a llamar a los colores por un nombre, pero el color enlazado a ese nombre cambia según la persona. Yo veo blanco y tú ves blanco, pero yo lo veo de una forma y tú la ves de otra. Aunque pueda ser difícil de comprender (y os aseguro que también es muy difícil de explicar), cuando lleguéis a comprenderlo veréis lo coherente que es. Tiene todo el sentido, y yo pregunto, ¿no podría ser que fuera así?
Grandes misterios que nadie nunca llegará a comprender... ni yo los comprendo.
Se aconseja leer varias veces para terminar de hacerse a la idea.